Por qué cerrás los ojos?

El otro día mientras bailábamos una chica me preguntó

“¿por qué cerrás los ojos?”

No le contesté nada profundo, creo que fue algo como

“no se… porque me distraigo menos”.

En realidad hay un montón de cosas atrás, por suerte para mi el riesgo de degeneración macular es mínimo, aunque hubiera sido un motivo de peso. Es algo complicado de explicar a alguien que no lo experimentó antes.

Abrazarte, cerrar los ojos y escuchar la música. Con solo apoyar suavemente la mano sobre la espalda ya sabés todo: en que pierna está parada, si le gusta el tema, para dónde y con qué quiere seguir (eso ayuda mucho). Hasta las expresiones que hace con la cara se notan en esa fusión. El resto de las parejas desaparecen y por tres minutos nosotros somos uno y la melodía nos lleva.

Muchas veces cuando veo a otras parejas bailar se nota que son dos. Ambos se mueven al compás, se ve bonito, se entienden. Pero son dos. Cada uno en su mundo y a su vez están con el resto.

No me gusta. Para mí el tango involucra una conexión; no es fácil de lograrlo, sobre todo cuando es la primera vez que bailás con alguien pero ya le tomé la mano. La espera en los primeros compases es fundamental, en ellos se develan todos los signos, tanto conscientes como involuntarios, y te enseñan el alfabeto con el que la otra persona se comunica.

Salvo algún caso muy especial el primer tema de la tanda lo bailo casi completo mirando a las otras parejas. Si bien se presentan variaciones puntuales en las figuras, todos hacemos mas o menos lo mismo y al cabo de un rato ya incorporás el patrón. El barbudo, paso paso amague, abre lento, repite. El viejito de atrás, paso paso paso, cruce, paso paso, algún que otro ocho suelto. Ya está. Dejando de lado alguno que se va al medio o se pone a probar cosas y no avanza ya sé qué lugar ocupa cada uno a medida que pasa la música.

Cierro los ojos, cuento cuatro y miro. Bien, todos están mas o menos donde esperaba. De nuevo. Cuento ocho y miro… Y así hasta el final. A veces me siento con suerte y cuento dieciséis.

Durante tres minutos somos sólo los dos y la música, charlamos de un montón de cosas en pasos y cadencias (porque para hablar con palabras no soy muy expresivo que digamos). En esos tres minutos nos fuimos a otro lado y yo soy feliz, o por lo menos así lo creo.

Aunque seguimos siendo dos. Daría todo por que fuéramos uno. Pero no sé dónde estás, ni quién sos. Quizás ni siquiera bailes y no te halle nunca. O te encontré alguna vez y dejé que te fueras.

“Ey ey, abrí los ojos! la tanda se acabó, ya se fueron todos a tomar algo y estamos solos en la pista”

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